jueves, 19 de septiembre de 2013

Comenzando de nuevo

Hace mucho tiempo que no escribo en este blog. Lo he tenido olvidado, abandonado. Pues bien, hoy me apetece escribir, retomar de nuevo este proyecto.

Mi vida ha cambiado mucho desde la última vez que publiqué una entrada. Hace ya más de un año que llegué a Alemania, donde resido y trabajo. Aquí me han dado la oportunidad que deseaba y no encontré en casa. Aquí puedo trabajar y vivir de ello. Puedo formarme y ser independiente. No ha sido fácil.

Alemania es un país que me apasiona, no es ningún secreto. La literatura, la cultura, la gente y ese idioma que suena a "kartoffel-achtung-.bratwurst". Una melodía divina.

Confío en poder publicar con cierta regularidad sobre la realidad de este país, las tradiciones y las anécdotas que me ocurran, además de sobre los temas que antes trataba.

¡Un saludo a todos!
Ángel

sábado, 28 de enero de 2012

Relojes

Tic. Tac. Tic. Tac. Se levanta tarde. No tiene prisa.

Tic. Tac. Tic. Tac. Paso a paso, muy lentamente, camina hacia la cocina. Una rebanada de pan, mantequilla y mermelada. No tiene hambre de más. No puede tener hambre de más.

Tic. Tac. Tic. Tac. Va al baño. Se lava los dientes. Con las manos se echa agua en la cara. Desde pequeño siempre le ha gustado la sensación del agua fría corriendo por sus mejillas, limpiando sus ojos.

Tic. Tac. Tic. Tac. Enciende el rooter y el ordenador. Mira el correo, las noticias diarias, las últimas actualizaciones de Facebook. Parece que a su amigo de infancia, sí, a… ¿cómo se llamaba?, no le va mal por Alemania. Debe ser bonito viajar y conocer nuevos sitios, nuevas gentes.

Tic. Tac. Tic. Tac. Empieza la búsqueda diaria. Una, dos, cien, mil páginas de anuncios, de empleo, de oportunidades entre sorbitos de café. ¿Oportunidades?

Tic. Tac. Tic. Tac. Hace años que acabó la carrera. Licenciado en algo, no recuerdo exactamente en qué. Trabajó una vez, justo al terminar, de becario. Desde entonces nada. Sólo la angustiosa sucesión de días.

Tic. Tac. Tic. Tac. La cabeza le va a estallar. No lee, vuela sobre las palabras iluminadas en la pantalla plana. Los ojos, rojos ya, saltan de letra en letra con avidez. Pero nada. Desea golpear la cabeza contra la mesa para desahogarse, repetidamente.

Tic. Tac. Tic. Tac. Decide salir, airearse. Baja a dar un paseo, es lo que suele hacer. Si no se volvería loco, solo en su piso, sin contacto con el mundo.

Tic. Tac. Tic. Tac. Hace sol, no parece invierno. Los señores celebran como cada día su reunión frente al bar de la esquina. La niña de la panadera juega con su nuevo carrito. Es increíble lo que ha crecido en los últimos meses. Antes no llegaba al escaparate. Ahora su dulce mirada alcanza a ver todas las chucherías de la tienda de frutos secos.

Tic. Tac. Tic. Tac. Vuelve a casa. En el portal le aborda el mismo vecino entrometido de siempre. Que qué tal pregunta. Que si ha encontrado ya trabajo. Que él le puede ayudar. Que hay que saber buscar y no ser un vago.

Tic. Tac. Tic. Tac. Se quita el abrigo y se sienta. La pantalla sigue encendida. Hace frío en casa. No hay calefacción.

Tic. Tac. Tic. Tac. Sigue cantando monótonamente el reloj de la cocina. Como cada hora, cada día, cada año.


viernes, 20 de enero de 2012

Sombras

Estoy en la escalera, sentado sobre un cartón que encontré tirado hace mucho tiempo. Hace frío, mucho frío. De poco me sirve llevar este abrigo prestado y estos guantes llenos de agujeros. Todavía recuerdo la voz dulce y cálida de mi madre que me abrigaba antes de ir al colegio. Parece que aquello fue uno de esos sueños fruto del vino. El viento sopla y no hay donde resguardarse. Los pelos de la barba se me clavan como agujas en la cara. Desearía arrancármelos, tirar con  fuerza y librarme de ellos.

Empieza a salir gente de la estación y a pasar junto a mí. Ya está anocheciendo, hace poco han encendido las farolas. Bajo su luz rojiza, rostros cansados, con prisa. Fruncen el ceño y caminan rápido. Acerco la mano mientras suben las escaleras. Levanto los ojos. Les observo. Pero ellos no me ven. Empiezo a hablarles pero mis lamentos chocan contra figuras de piedra. Quizás han oído demasiados. Tiendo la mano hacia una señora, cuarenta años, rubia, con gafas. Pero sigue sin verme. Soy como un fantasma, invisible, incorpóreo, impersonal. Podría caminar todo el día entre ellos y no percibirían mi existencia. No me ven. No me oyen.

Salen los últimos pasajeros. Es hora punta, todos regresan a casa, apretados, aplastados como en una lata. Cerrando el cortejo diario van los viejos y las madres con niños. Yo sigo sentado, hablando sin ser escuchado, viendo sin ser visto.

Un niño se para delante de mí. Sus ojos miran mis manos, sucias, oscuras y gruesas. Intenta leer el cartel que llevo atado al cuello. Guardo silencio. Le sonrío. Él tiene miedo. Pero poco a poco me devuelve la sonrisa. Su madre tira de él y el niño se aleja, de un salto.

Hace mucho frío en este escalón. Parecen hechos de hielo, a propósito para que la gente no se detenga y camine lo más rápido posible hacia un lugar más cálido. El cartón es lo único que me protege. Doy un trago pero no me siento mejor. El viento sopla. Sigo acurrucado, como una masa informe, una piedra que espera que el próximo tren traiga algo.


"Just a shadow in the wall"

domingo, 1 de enero de 2012

¡Feliz año 2012!

Hoy seré breve y conciso: ¡Feliz año nuevo y gracias por vuestra fidelidad a este blog! Y como no podía ser de otra manera, nada mejor que empezar con:



Un abrazo a todos

Ángel