sábado, 28 de enero de 2012

Relojes

Tic. Tac. Tic. Tac. Se levanta tarde. No tiene prisa.

Tic. Tac. Tic. Tac. Paso a paso, muy lentamente, camina hacia la cocina. Una rebanada de pan, mantequilla y mermelada. No tiene hambre de más. No puede tener hambre de más.

Tic. Tac. Tic. Tac. Va al baño. Se lava los dientes. Con las manos se echa agua en la cara. Desde pequeño siempre le ha gustado la sensación del agua fría corriendo por sus mejillas, limpiando sus ojos.

Tic. Tac. Tic. Tac. Enciende el rooter y el ordenador. Mira el correo, las noticias diarias, las últimas actualizaciones de Facebook. Parece que a su amigo de infancia, sí, a… ¿cómo se llamaba?, no le va mal por Alemania. Debe ser bonito viajar y conocer nuevos sitios, nuevas gentes.

Tic. Tac. Tic. Tac. Empieza la búsqueda diaria. Una, dos, cien, mil páginas de anuncios, de empleo, de oportunidades entre sorbitos de café. ¿Oportunidades?

Tic. Tac. Tic. Tac. Hace años que acabó la carrera. Licenciado en algo, no recuerdo exactamente en qué. Trabajó una vez, justo al terminar, de becario. Desde entonces nada. Sólo la angustiosa sucesión de días.

Tic. Tac. Tic. Tac. La cabeza le va a estallar. No lee, vuela sobre las palabras iluminadas en la pantalla plana. Los ojos, rojos ya, saltan de letra en letra con avidez. Pero nada. Desea golpear la cabeza contra la mesa para desahogarse, repetidamente.

Tic. Tac. Tic. Tac. Decide salir, airearse. Baja a dar un paseo, es lo que suele hacer. Si no se volvería loco, solo en su piso, sin contacto con el mundo.

Tic. Tac. Tic. Tac. Hace sol, no parece invierno. Los señores celebran como cada día su reunión frente al bar de la esquina. La niña de la panadera juega con su nuevo carrito. Es increíble lo que ha crecido en los últimos meses. Antes no llegaba al escaparate. Ahora su dulce mirada alcanza a ver todas las chucherías de la tienda de frutos secos.

Tic. Tac. Tic. Tac. Vuelve a casa. En el portal le aborda el mismo vecino entrometido de siempre. Que qué tal pregunta. Que si ha encontrado ya trabajo. Que él le puede ayudar. Que hay que saber buscar y no ser un vago.

Tic. Tac. Tic. Tac. Se quita el abrigo y se sienta. La pantalla sigue encendida. Hace frío en casa. No hay calefacción.

Tic. Tac. Tic. Tac. Sigue cantando monótonamente el reloj de la cocina. Como cada hora, cada día, cada año.


4 comentarios:

  1. Amigo mio acabas de decribir mis 2 ultimos años.. Felicidades has escrito un buen articulo reflejo fiel de la realidad.lo peor que los politicos( sean del signo que sea) ni estan ni se les espera. Y las perspectivas no son muy halagüeñas para el futuro solo queda seguir teniendo fe en que cambien las cosas y no perder la esperanza..Sigue asi campeon... Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Increíble, sobrino, cada día me sorprendes mas... muy bueno, me gustaría que no fuera tan cierto lo que escribes pero por desgracia. Hasta que no haya revolución de verdad esto no parara. Vicente

    ResponderEliminar
  3. Descripción de mi último tiempo. Si me lo permites te haré una recomendación: los Papalagis, de Tuavii de Tuiavea, verdades como puños que cuestionan esta vida occidental de ordenadores, relojes, embalajes y televisiones. Mientras el reloj se mueve, la vida se va, así que habrá que hacer algo al respecto. De momento, yo toco la guitarra sin prisas en mi respiro del domingo. Un abrazo.
    http://cielbrouille.wordpress.com

    ResponderEliminar
  4. Grande, sobrino, grande... yo también pasé por esto .... Llegan momentos, cuando te encuentras ese "vecino" que te pregunta qué tal ..... te ahogan las lágrimas. Ahora estoy mejor, quiero dar ánimos a los que oyen cada día ese tic, tac .... de todo se sale con fuerza y apoyo de los que te quieren, ellos son los que acaban con ese sonido. Gracias a mi familia y amigos, a todos. Animo a los que siguen oyéndolo... no perdais la fuerza. Goyi.

    ResponderEliminar