domingo, 11 de septiembre de 2011

Arena fina

Arena fina entre los dedos de los pies. Viento acariciando la palma de la mano. Agua fresca en la cara. Sol ardiente en el brazo. La vida es un regalo.

No, hoy no me he levantado especialmente positivo. Tengo sueño y lo que más me apetece es dormir una siesta olímpica. Pero aun cansado, lo repito y nadie hará que cambie de opinión: la vida es maravillosa.

A veces, en la rutina maquinal del día a día no nos damos cuenta, lo olvidamos. Estamos tan abrumados por problemas y preocupaciones que no vemos más allá. El sol deja de salir. Nadie tiene que soportar una carga tan grande como la nuestra.

En esos días, convendría llevar escrito en la palma de la mano y con letras bien grandes: la vida es felicidad por sí misma. No te desanimes. Sigue. Ánimo. Vive.

De acuerdo, también puede convertirse en un infierno donde una gigantesca ola de fuego, tristeza, problemas y desesperanza se cierne sobre nosotros. No te preocupes. La vida sigue ahí, como una roca que aguanta la embestida.

Cuando viajamos, todo nos asombra, todo nos sorprende. Levantamos la cabeza admirados, con la boca abierta y el corazón desbocado, como los niños cuando exploran el mundo por primera vez. Y entonces volvemos a casa, a lo anodino. Parece muy lejano el día en que visitamos aquel paraíso. Todo ha vuelto a la mediocre normalidad. ¿Por qué? ¿No estamos acaso bajo el mismo cielo? ¿No pisamos la misma tierra?

Vivir como si de un eterno viaje se tratara, como si el camino no tuviera fin, y a cada piedra del sendero asombrarme, y abrir los ojos como platos. Así es como quiero vivir yo.


P.D. Gracias por hacer de este vida algo tan especial.

3 comentarios:

  1. En efecto el viaje nos despierta los sentidos, nos admiramos de la maravilla y variedad de la vida. A mi le pasa que de cada viaje, independientemente si si conservo mejor o peor recuerdo, guardo con perfecta definición un conjunto de sensaciones, colores, sonidos, musica, olor, que se graban como un sello inconfundible de aquel momento.
    Sin embargo cuando volvemos a la rutina todo aquello se apaga, cerramos los ojos, los oídos, la nariz y los días se vuelven monótonos, grises, aburridos. Nos asaltan una marea de pensamientos absurdos y nos sentimos tremendamente desgraciados. La perspectiva de volver a la rutina y revivir situaciones que ya nos conocemos demasiado bien nos parece una carga inhumana, insoportable. Inmediatamente también surgen los condicionamientos, nos ponemos toda una serie de objetivos de los que hacemos depender nuestra felicidad, ya que en nuestra imperfeciones buscamos la causa de este gran vacío. "yo seré feliz cuando sea guapo, inteligente, todo el mundo me quiera y me valore, bla bla bla..." y claro, como no tenemos nada de eso, al menos en el grado en que nos exige nuestro superyo, nos sentimos desgraciados y vamos buscando desesperadamente cosas, personas y situaciones que nos hagan sentir aquello que nos es propio. Por eso creo que es muy bonita la lección del viaje. ¿No he vivido yo acaso toda mi felicidad, todo mi potencial de energía de inteligencia, toda mi capacidad de sentir y expresar? ¿Entonces porque no voy a poder vivirlo ahora? ¿No soy yo el mismo? Si aprendemos a vivir así contribuiremos a que la vida se convierta en un viaje para todos, siempre sorprendente, siempre emocionante, siempre creativo, lleno de color y de vida y sin cargar mas lastres de mundos pasados que nada pueden seguir aportando. ¡Despertemos! Vivamos este maravilloso viaje.

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  2. Sin embargo, para vivir el viaje de la vida no basta sólo con desearlo. Es necesario abrir bien los ojos, y no me refiero a los dos que llevamos bajo las cejas, sino también al ojo del alma. Saber ver en todo la vida, la maravilla, el amor.

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  3. Hata en las cosas desagradbles... eso es lo difícil

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